En África desde hace algún tiempo que han avanzado los derechos de la mujer, lentamente, pero ha sucedido. Ha sido cuestión no sólo de tiempo, sino de mucha pelea por parte de asociaciones y personas. Sin embargo, el debate acerca de la legitimación de la poligamia en países de Europa gana terreno día a día. Amina Lamrini, de la Asociación Democrática de Mujeres de Marruecos se sorprende por ello, y explica: «Ya no necesitamos la autorización de un tutor para casarnos, se reconoce la igualdad de derechos y deberes entre los esposos, y se eleva la edad mínima del matrimonio desde los quince a los dieciocho años, entre otros logros». Confiesa, no obstante, que no han podido impedir que el derecho a la poligamia permanezca en el articulado. Reconoce también que la poligamia es una institución a la baje en su país, y por eso se extraña de que en Europa se debata la posibilidad de legalizarla.
En Francia hay miles de familias polígamas. Y en Chechenia ven en estas uniones una solución a su problema demográfico. La llegada a Europa de millones de inmigrantes de religión musulmana y la flexibilización del concepto tradicional de matrimonio sitúan entre interrogaciones la palabra imposible. En España, donde ya se han legalizado las uniones homosexuales y hay bastantes ejemplos de uniones múltiples, el debate sube de tono. Y muy probablemente en un par de años, dependiendo de fechas electorales (los musulmanes ya difícilmente se pueden denominar minoría en Europa), veamos un pronunciamiento favorable a este tipo de matrimonios, donde los derechos del hombre predominan ante los de la mujer.
Los homosexuales son personas que por más que los conservadores quisieran, no van a casarse con ninguna persona del sexo opuesto. Por tanto, no afectan a la sociedad y en cambio sí le dan permanencia el estabilizar ellos mismos sus vidas. Los matrimonios poligámicos son denigrantes para la mujer, por eso tal costumbre va a la baja en África. Sin embargo, en Europa sucede que los inmigrantes musulmanes tratan de enfrentarse a una cultura ajena por la vía de reforzar las propias costumbres, por más retrógradas que puedan ser. Algo similar ocurre con los latinos que viven en los Estados Unidos.
Lo cierto es que quienes tienen la responsabilidad de luchar por sus derechos son quienes los exigen. Si las mujeres desean ser respetadas, respeto deben exigir siempre. Mientras haya mujeres que permitan estas formas de abuso, no van a dejar de existir nunca.
En Francia hay miles de familias polígamas. Y en Chechenia ven en estas uniones una solución a su problema demográfico. La llegada a Europa de millones de inmigrantes de religión musulmana y la flexibilización del concepto tradicional de matrimonio sitúan entre interrogaciones la palabra imposible. En España, donde ya se han legalizado las uniones homosexuales y hay bastantes ejemplos de uniones múltiples, el debate sube de tono. Y muy probablemente en un par de años, dependiendo de fechas electorales (los musulmanes ya difícilmente se pueden denominar minoría en Europa), veamos un pronunciamiento favorable a este tipo de matrimonios, donde los derechos del hombre predominan ante los de la mujer.
Los homosexuales son personas que por más que los conservadores quisieran, no van a casarse con ninguna persona del sexo opuesto. Por tanto, no afectan a la sociedad y en cambio sí le dan permanencia el estabilizar ellos mismos sus vidas. Los matrimonios poligámicos son denigrantes para la mujer, por eso tal costumbre va a la baja en África. Sin embargo, en Europa sucede que los inmigrantes musulmanes tratan de enfrentarse a una cultura ajena por la vía de reforzar las propias costumbres, por más retrógradas que puedan ser. Algo similar ocurre con los latinos que viven en los Estados Unidos.
Lo cierto es que quienes tienen la responsabilidad de luchar por sus derechos son quienes los exigen. Si las mujeres desean ser respetadas, respeto deben exigir siempre. Mientras haya mujeres que permitan estas formas de abuso, no van a dejar de existir nunca.